“La máxima pasión, el alma del futbol, la gran
fiesta de todos empieza contigo… ¡la afición!
Por: Luis el "Abuelo" Vázquez
El futbol profesional se ha convertido en toda una sensación
mundial, a ser criticado y odiado o alabado y amado por algunos, son dos
posturas en lo que la gente se divide.
Pero, ¿qué lo hace tan especial?
El corazón anónimo del futbol, la afición… esa que
le da vida a su equipo, que lo alienta y apoya en cada partido, que sin
importar el resultado ellos siempre estarán, ya sea en el estadio, detrás de un
televisor o en el día a día.
Dirían los poetas del césped:
Al igual si lo analizamos del punto de vista económico,
es la hinchada que llena la cartera de los altos mandos, al comprar un boleto
para el estadio, una playera de su jugador favorito, alguna bandera, en fin
cualquier cosa con los colores de su equipo.
Es muy bonito observar la organización de una
porra, cuando despliegan una bandera gigante, avientan globos o cantan a una sola voz.
Hoy en día, la porra es un jugador más del equipo,
un jugador fiel, que se tatúa los colores de su equipo en el pecho, y siempre
alienta a los suyos, tanto en las buenas como en las malas.
Cada cita en el recinto de su equipo de sus amores,
se espera el postre del futbol; el gol, lo que junta a todos los aficionados.
La porra esta ocasionalmente en los estadios
mantiene un perfil bajo, pero eso sí, le es muy fiel a su club, a su “manera” y
cuando juega su selección, no le importa si la persona de un lado le va a otro
equipo, ese día son uno solo.
En el caso de la barra, su vida es su equipo,
despiertan, comen, cenan, duermen, viven y alientan, su razón es su club, y
realmente se tatúan a su amor y algunos hasta literalmente el escudo en la
piel.
Tuve la oportunidad de platicar, con un aficionado
de la barra americanista “Ritual del kaoz”, y él me mencionó lo siguiente:
“Lo que trata es enamorarse del club no de la
barra, el amor no es a un jugador o a un técnico, es al América a los colores a
la piel, somos azul cremas de corazón, de la cuna a la tumba”.
La parte que no es color de rosa, es cuando la pasión
y amor, se convierte en violencia o en casos extremos racismo.
Es aquí cuando no es futbol, esto no se puede
justificar, no por tener unas copas encima se puede hacer lo que quiera en el
estadio, esto es algo reprobable y que realmente daña al futbol.
Y no se diga del racismo, es un cáncer para el
deporte, que rebasa completamente las barreras del respeto y tolerancia.
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